Alejandro, yo y el portal

Seis de la madrugada del domingo, la noche del sábado esta llegando a su fin, Alejandro, al que hacía mucho tiempo que no veía me ha acompañado hasta mi portal, llevamos media noche hablando, de nosotros, de nuestras vidas, del tiempo que ha pasado desde que se perdía por mis sábanas. Pero todo eso os lo contaré en otro momento.

Abro la puerta del portal y me giro para despedirme, le doy dos besos, y justo en ese instante, esa mirada cómplice, de con quien tuve una confianza única, acompañado por los efectos de las copas de este sábado que siento que recordaré durante mucho tiempo, hace que acabemos besándonos. Un beso corto, pero suficiente para haber recordado como me besaba en otras ocasiones. Nos volvemos a mirar y sonreímos. Acto seguido me empuja hacia dentro del portal, me  apoya contra la pared, me sujeta la cara con una mano y me vuelve a besar. Su lengua juega con la mía en un beso largo y húmedo. Me noto excitada, desinhibida y deseosa de ser suya.

Me besa el cuello, me agarra bruscamente los pechos por encima de la ropa, y baja con una mano hacia mi entrepierna, la cual aprieta por encima de mi vaquero. Va rápido, seguro de quien ya conoce mi cuerpo, seguro de quien sabe lo que hace, y seguro de saber que no he tenido amante como él.

Desabrocha el primer botón de mi pantalón, y mete directamente la mano dentro de mis bragas, nota de esa forma cuanto lo estaba deseando, cuanto deseaba que no se anduviera con especulaciones, en fin, nota mi humedad y decide acariciar con un dedo hacia arriba mientras me estremezco por completo provocando que se me escapen los primeros gemidos.

Acaricia mi clítoris, lo presiona, sin sacar su mano de dentro mi ropa, sigo gimiendo, y me besa para que me calle, para matar mis gemidos en su boca, y es en ese momento cuando decide clavarme dos dedos. Mi humedad se desborda, me dejo ir y me aferro a su cuello, lo rodeo con mis brazos, y contraigo mi cuerpo con todas mis fuerzas, sabiendo que no tardare en disfrutar aun de mayor placer.

Alejandro presiona más con sus dedos, y aumenta la velocidad de los mismos moviéndolos solo dentro de mi. No puedo más, y alcanzo el climax entre mis gemidos.

Tardo un minuto en recuperar el aliento, en que mi respiración estabilice, minuto que Alejando se pasa pegado a mí observándome.

-Eres un cabrón; le espeto, mientras me río.

-Lo sé, te encanta; me responde, a lo que añade susurrándome al oído: -me estoy muriendo de ganas de que me hagas una mamada.

Esa confesión, o petición indirecta, en cualquier otro me provocaría rechazo, en él me provoca excitación y deseo. Nos cambio de sitio, dejándolo pegado a la pared, y paso mi mano por encima de su entrepierna. Noto su erección, y deseo devolverle el placer que me acaba de provocar, sin importarme donde estamos.

Me agacho, le desabrocho el pantalón y se lo bajo junto a su ropa interior hasta los tobillos. Observo su pene, esta duro, es tan grande como lo recordaba, y estéticamente bello. Lo agarro fuerte con la mano derecha y la muevo. Acto seguido, sin dejar de hacerlo, le lamo la punta mientras le miro. Soy consciente en ese momento de cuanto me encanta la situación.

La respiración de Alejandro se intensifica, a la vez que su cuerpo se tensa sabiendo cual es el siguiente paso. Me lo introduzco en la boca, cierro los ojos y aprieto su pene con mis labios mientras bajo. Escucho su gemido, y le miro sin dejar de hacerlo. Me devuelve la mirada a la vez que me aparta el pelo de la cara. Intensifico el ritmo sin dejar de apretar mis labios todo lo que puedo. En ese momento se escucha pasar a un grupo de chicos por la calle. Reacciono de la forma que menos me hubiese esperado, aumentando aun más la velocidad de la felación, entregándome aun más. No nos han visto, aun es de noche y la oscuridad del portal nos oculta. Y de repente paro, la saco de mi boca y la vuelvo a agarrar, necesito coger aire, y mientras mi mano sigue jugando con el.

-¿Te gusta?; le pregunto sonriendo.

Asiente con la cabeza. Y la vuelvo a introducir en mi boca, lamiendo antes todo su tronco de abajo a arriba. Le agarro con mis manos por la cintura y aumento el ritmo todo lo que puedo. Me propongo hacerle terminar ya. Su mano intenta marcarme el ritmo en mi nuca. Sus gemidos se intensifican, hasta que pasados un par de minutos  me avisa de que no puede más. Aprieto aun más mis labios y me dispongo a saborearle haciendo caso omiso de sus advertencias. Un gran gemido acompaña su orgasmo, noto su primer chorro en mi boca, aprieto con todas las fuerzas mis labios y la introduzco un poco más, succionando hasta su última gota, y sin dejar de mirarle observo las convulsiones de su cuerpo ante su climax. Le bebo antes de sacarla de mi boca cuando empieza a relajarse, y le doy un beso en la punta antes de incorporarme.

Se sube los pantalones y se los abrocha, es en ese instante cuando la cordura vuelve a mí, y me doy cuenta de la suerte que hemos tenido, y sobre todo he tenido, de que no nos haya visto nadie. Me quedo mirándole, y me vuelve a besar agarrándome la cara por la mejilla.

Cuando acaba el beso le pregunto: -¿tomamos la última en mi casa?; Y me echo a reír.